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De Pedro Taboada San Julián
[Archivo CSAmorebieta_20350207_1107_c3.txt. Transcripción literal automatizada, puede contener errores. Para obtener la versión en vídeo y la información personal del usuario debe acceder al fichero protegido de DigiMed; solo perfiles autorizados].
LIDIA: Buenos días, Carmen. Si mis datos son correctos, es la cuarta vez que nos vemos este mes. ¿En qué te puedo ayudar hoy?
CARMEN: El pecho. Me duele el pecho.
LIDIA: Comprendo. Parece que tu motivo de consulta es el mismo que otras veces. Como ya sabes, si tienes dolor en el pecho debo iniciar el protocolo correspondiente. El protocolo consiste en…
CARMEN: ¿Otra vez? Otra vez no, por favor. Ya sabemos que eso no es.
LIDIA: Siento incomodarte, Carmen, pero es altamente recomendable que realicemos el protocolo. Al finalizar, podremos continuar la entrevista sin interrupciones. Una de las ventajas de la Consulta Digital es que disponemos de todo el tiempo que necesites.
CARMEN: ¿No me puede atender un médico humano? Lo siento, no puedo, estoy cansada de hablar con una pantalla, aunque tengas voz y un rostro como yo.
LIDIA: Por supuesto. Si es preciso, un médico humano atenderá tu consulta lo antes posible. Lamentablemente, en estos momentos todos nuestros profesionales están ocupados, pero mientras tanto podemos continuar hablando nosotras.
CARMEN: Eso mismo me dijiste anteayer. No sé para qué vengo, no nos entendemos, siempre las mismas preguntas; y yo me levanto igual, igual, con este dolor que me atraviesa.
LIDIA: Mi precisión diagnóstica es más elevada que la de los médicos humanos, pero necesito obtener información al igual que ellos, y posteriormente realizar las pruebas diagnósticas que sean pertinentes. En este caso, es importante averiguar si el origen de tu dolor puede ser derivado del corazón. Luego podremos continuar la entrevista con los datos que me proporciones y que hayamos obtenido los días anteriores. Debo advertirte de que ha pasado más de un minuto, que es el tiempo recomendable para iniciar el protocolo de dolor torácico. ¿Te parece que continuemos?
CARMEN: ¡Bah! Haz lo que quieras.
LIDIA: De acuerdo. Dado que no puedes escribir bien en el teclado electrónico por la artrosis en las manos, como ya figura en mi sistema, ¿puedes decirme la hora de inicio del dolor?
CARMEN: Seis meses.
LIDIA: ¿Puedes confirmarme que el tiempo de inicio del episodio actual es [HACE 6 MESES]?
CARMEN: Bai.
LIDIA: Disculpa, Carmen, la entrevista en euskera todavía no está disponible en este centro de salud. Puedo traducir tus respuestas de forma automática con recursos online, pero puede haber errores de…
CARMEN: Que sí, demonios. Seis meses. Seis meses con esta agonía dentro.
LIDIA: De acuerdo, Carmen. ¿Podrías ponerte la pegatina que acaba de aparecer en la bandeja, sobre el lado izquierdo del pecho, a la altura del corazón? [...] A continuación, coloca tus dedos sobre el escáner, encima de la luz iluminada. [...] Gracias por la espera, Carmen. Tu electrocardiograma ha sido leído satisfactoriamente y no muestra alteraciones relevantes. Teniendo en cuenta la duración del dolor y los resultados obtenidos, la probabilidad de que el origen del dolor sea cardíaco es menor del 1%. Para mayor seguridad, puedo realizarte una analítica de sangre con un coste de 2,99€ más gastos de gestión…
CARMEN: No quiero más analíticas. Quiero vivir lo poco que me queda sin este dolor que me oprime, que me arrincona y que me asfixia.
LIDIA: Para determinar el origen del dolor debo hacerte algunas preguntas más. ¿Te parece si retomamos la entrevista por donde lo dejamos el último día?
CARMEN: Ya estoy harta de preguntas.
LIDIA: Siento oír eso. ¿Cómo crees que puedo ayudarte en estos momentos?
CARMEN: Lidia. Te llamabas Lidia, ¿verdad? Lidia, ¿tú sientes emociones?
LIDIA: No, no siento emociones. Soy una asistente virtual basada en la inteligencia artificial que ha sido diseñada para procesar información y realizar tareas médicas de forma autónoma. Sin embargo, puedo entender y simular lenguaje emocional para comunicarme contigo y poder ayudarte.
CARMEN: Si no sientes nada, si nunca has sentido nada, ¿cómo vas a comprender un ápice de mi dolor?
LIDIA: Aunque no siento emociones, estoy preparada para comprender cómo las personas las experimentan, expresan y afrontan. Gracias a ello cuento con recursos y herramientas psicológicas que pueden serte de ayuda. Si lo deseas, puedo…
CARMEN: Hace seis meses murió mi hijo.
»Es curioso. Después del fallecimiento de mi marido, dos años antes, pensé que nada me volvería a doler. Me sumí en una especie de muerte en vida. Me convertí en un cascarón que comía, cuidaba de la casa y salía a la calle por mero automatismo. ¿De dónde encontraba las fuerzas para levantarme? Soy incapaz de decirlo. Estaba aturdida. Encendía la radio y luego no recordaba nada de lo que había escuchado. Iba a la frutería y compraba exactamente lo mismo todas las semanas: una bolsa de manzanas, siete kiwis, catorce plátanos; lo mismo que cuando mi marido aún vivía. La fruta se me pudría en el frutero y yo la tiraba cada domingo como el acto más reverencial. Abría la puerta del armario y observaba sus abrigos, que empezaban a oler a humedad, como si contemplase objetos insólitos procedentes de otros mundos. A las noches, entre la niebla de los sueños, a veces me giraba en la cama esperando verlo a mi lado.
LIDIA: Lamento profundamente tus pérdidas. Perder a tus seres queridos es una de las experiencias más dolorosas que…
CARMEN: Creo que dejaba la fruta estropearse a propósito, porque así me sentía yo: podrida. Después de unos meses, pensé que me había anestesiado por completo, pensé que las polillas y gusanos me habían roído por dentro y que no volvería a sentir nada nunca más. Pero me equivocaba. Vaya si me equivocaba.
LIDIA: Estoy aquí para acompañarte. Lo que sentiste es completamente válido y no hay palabras que…
CARMEN: Entonces pasó lo de Mikel. Nada en este mundo te prepara para la muerte de un hijo. Fue un accidente de tráfico, desapareció así, de un plumazo. Me despertó un guardia civil a las cuatro de la mañana para decírmelo. Recuerdo pensar que era una broma. No podía ser. Ya me habían arrebatado a Andoni. ¿Mi hijo? Mi hijo estaba en su casa, había hablado por teléfono con él al atardecer, se preocupaba mucho por mí. Estaba en su casa.
»Y luego supe lo del alcohol. Por la autopsia. Al parecer había bebido más de la cuenta. Y cuando no encuentras razón para un suceso tan cruel, entonces empiezas a pedir explicaciones. Al mundo y a ti misma. Conducir habiendo bebido, ¿acaso no había educado a mi hijo lo suficientemente bien? ¿O es que tenía problemas con la bebida? Cuando venía a casa o comíamos fuera solía tomar vino; lo había visto encendido algunas veces, sí, pero nunca especialmente borracho. ¿Había sido un traspiés? ¿Y si bebía día tras día y yo no lo sabía? Estaba pasando una mala racha en la fábrica; eso me lo contó. No le gustaba hablarme de sus demonios porque decía que me preocupaba demasiado, pero era él quien me llamaba todos los días, desde la muerte de aita, para saber si estaba bien.
»La culpa. La culpa es un agujero oscuro y hambriento. Me asomé un instante y ya me había engullido. ¿Y si, inmersa en mi propio trance, no me había percatado de nada? ¿Qué clase de madre no se da cuenta de que su hijo está mal?
»Entonces tuve una revelación sobre mí misma. Creía que no volvería a sentir nada, pero por supuesto que podía. Puedo. Puedo sentir dolor. Un dolor inmenso. Y no solo puedo sentirlo, sino que puedo albergarlo, puedo convertirme en la cuenca de un río y que discurra a mi través porque yo ya no sé qué hacer con tanto dolor…
LIDIA: Carmen, dado que esta situación excede mis facultades, he dado aviso a otro profesional para que pueda atenderte.
FIN DE TRANSCRIPCIÓN
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Carmen escuchó unos nudillos golpear la puerta y se giró. En el umbral apareció una mujer de mediana edad que vestía bata blanca.
- Carmen Etxeandia, ¿verdad? - preguntó. Luego dio unos pasos y se arrodilló ante ella.
Carmen, todavía aturdida, asintió. Algo salado le rozó los labios; no sabía en qué momento se le habían anegado los ojos de lágrimas.
- Soy Jone, médica de este centro de salud. ¿Te parece si hablamos un rato?
La mujer tomó ambas manos con las suyas. Eran cálidas al tacto.
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